EDUCAR AL HOMBRE ENTERO[1]
1- Difusión de la escuela mutua
Este método de enseñanza data del siglo diecisiete. Juan Bautista de
Los niños son divididos en siete u ocho brigadas o compañías. Cada compañía es comandada por un niño a quien se da el título de monitor.
Llega el momento de la lectura. A una señal, cada compañía se pone en marcha. Al llegar frente al pizarrón, se detiene y se sitúa en círculo alrededor del monitor. Con un puntero en la mano, el joven maestro indica sobre la pizarra la letra, la sílaba, la palabra a leer. Todos repiten a la vez, lo que no deja de producir un cierto tumulto muy poco favorable a la atención. A nueva señal, cada uno, marcando el paso, retoma su lugar.
¿Se trata de una lección de escritura? No hace falta ni tinta, ni pluma, ni papel. Nada más económico. Se emplea arena, piedras, y pizarras. A una señal el ejercicio de la escritura comienza. Cada niño se detiene frente al pizarrón para leer la palabra o frase que debe escribir a mano en la arena con su dedo…. Hecha la operación, el monitor grita: “Borre”. Otro niño es llamado y traza la misma figura en la arena. Cuando todos han dado pruebas de su saber hacer, la lección termina y la brigada retorna a su lugar marcando el paso.
Después de algunos meses de aprendizaje en la arena, el niño pasa a la pizarra, sobre la que escribe palabras con una piedra, procedimiento que tiene sus inconvenientes ya que la pizarra se quiebra a veces por el grosero buril del alumno. Tres líneas escritas sobre la pizarra bastan para llenarla. El monitor echa un vistazo y dice: “ Borre” Enseguida el niño escupe sobre la pizarra y la borra con la manga de su vestido. Todo esto se hace no con limpieza, pero sí en un conjunto admirable y he aquí otra lección terminada.
¿Se trata de una lección de cálculo? El pequeño monitor ahorra a sus alumnos el trabajo de buscar solución al problema; dictándole todo resuelto. Todo se limita a la indicación de un procedimiento que se trata de seguir casi mecánicamente y a largas repeticiones de las mismas fórmulas, sin esfuerzo, de espíritu de parte de los escolares” (Tomado de Biografía de Juan María
“ Dejar la conciencia libre de toda cadena, o enseñar ninguna creencia, ni siquiera intentar darle una en lugar de la otra, ¿Qué es si no educar en el olvido, o mejor, en la indiferencia a la religión?....La impiedad deja de ser peligrosa cuando se muestra abiertamente”
- “En la escuela lancasteriana, de la mañana a la tarde, ellos han marcado el paso, tan bien como conscriptos después de seis meses de práctica. En el colegio o en la casa de sus padres se les recomienda estarse tranquilos; en la escuela, con la ayuda de un monitor y de su puntero, ustedes los dispensan de todo trabajo del espíritu.
- ¡La enseñanza mutua acelera el progreso!. ¿De qué progreso me hablan? ¿ Establecer escuelas gratuitas para enseñar en ellas solamente a leer, escribir, calcular?
Estas escuelas (la de los hermanos) ¿No tiene por objetivo prevenir el vagabundeo de los niños, corregir los vicios de su carácter y hacerles adquirir hábitos de modestia, de obediencia, de aplicación al trabajo, de respeto por la autoridad de sus padres, en una palabra de piedad y de religión?”
6, “ ¿ Se adquiere en las nuevas escuelas el hábito de la obediencia al poder legítimo? Muy por el contrario, se desnaturaliza completamente la noción misma de poder, dando a la infancia el mando y haciéndolo autoridad tan pasajera como la vanidad de trescientas marmotas, quienes, por el régimen al que se los somete, deben concluir que el poder no es más que superioridad de espíritu y que pertenece de derecho al más hábil…Ahora bien, las consecuencias de este principio van contra el estado y la familia: porque ni la edad, ni la habilidad en el estado, ni en la familia, son los verdaderos títulos de la autoridad, del poder....No puedo imaginar que hay de razonable, en todo el sentido de la palabra, en establecer niños, maestros de otros niños, es decir, en poner la autoridad en la debilidad y la inexperiencia, en exponer el desarrollo intelectual y moral de toda una escuela a la negligencia, el desprecio, a través del espíritu de algunos niños celosos, enemigos, cómplices quizás de aquellos a quienes deben regentear.
[1] Elaborado en base a un estudio preparado por los hermanos franceses del Centro Menesiano de Formación de Ploëmel.
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